11:11 a. m.

Todo Tiene Un Precio

Publicado por Ixabone |



No sabría decir si he llegado a esta conclusión por mi situación, por ser como soy, o porque real y tristemente, todo tiene un precio.
Hoy me permití el lujo de hacer algo impensable para este ego; compartir.

No me refiero a un compartir físico, ni psíquico, ni material, hablo de lo que, desde mi punto de vista, han sido mas que palabras pues en contra de lo habitual, me confesé victima de una realidad que me aterra. Pero no es tan grave como parece, todo lo contrario. Tengo la defectuosa creencia de que todo lo bueno en mi vida lo acabo perdiendo, lo que durante años me ha tenido sumergida en una desconfianza pura y dura por cuanto y quien me rodeaba. Así fue mas o menos la cosa

Lo que empezó siendo un bajón de consecuencias casi existenciales, terminó en una madurada reflexión sobre el comienzo y fin de las cosas.
Aclarado que todo lo que empieza, acaba, decidí plantearme seriamente si valía la pena darlo todo en algo con fecha de caducidad para volver a empezar de nuevo con lo que quedara.
Tras aceptar la cruel realidad de que no era cuestión de si lo valía, sino de no poder soportarlo una simple vez mas, llegue, sin querer, a un nuevo punto de partida; aprender.
Aprender a convivir con un muro a mi alrededor.
Mentiría si no admitiera que el miedo por perderme lo que quedaba fuera de mi coraza me costó mas de una noche en vela, pero por desgracia, me vi vencida por un temor mucho superior; volver a perder.
Porque el mero pensamiento de saber que volvería a pasar por un nuevo vacío, extinguía de raíz cualquier anhelo.
Pero consciente de que ser hermética, tampoco era la solución mas equilibrada, busque refugio en esa desconfianza, para asomar, solo de vez en cuando, la nariz fuera de mis propias murallas.

Evidentemente, y una vez mas, la mente humana me sorprendió.
No solo he aprendido a vivir desde mi burbuja sin perderme ( casi ) nada del exterior, sino que valoro muchísimo mas lo poco que consigue llegarme. Y aprendido queda para siempre, el estar conmigo misma, sola.
Pero no es tanto el precio que debo pagar por mi defecto lo que me preocupa, sino el efecto de éste en los demás, sometidos a un constante y estricto escepticismo por mi parte.

Que curiosa es la cosa, que el precio a pagar por algo, venga impuesto por otro, y no por su valor.






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