DEFECTOS DE UN EGO

La exactitud con la que de nuevo vuelve a suceder todo, me resulta terriblemente dolorosa.

Dejábamos atrás un cruel y frío invierno para someternos a los precipitados cambios de un mes de Abril pasado por agua.
Cada tarde, salia de casa con la mochila preparada a conciencia; un termo rebosante de café, la cena en un tuper, " El juego del Ángel", una mantita, y el paraguas, para volver a casa 13 horas después con la mitad del equipaje; sin café, ni comida, la manta hecha un bulto y casi todas las mañana con el paraguas en mano.
En cuanto subía al autobús cambiaba paraguas por libro, y durante 45 minutos volvía a sumergir mi mente en las palabras de Carlos Ruiz Zafon, para evitar que las mías me volvieran loca.

Quince días después de mi nueva rutina, en la que ya no sabia si iba o venia, lo poco que sobrevivió a mis guardias nocturnas en esa maldita habitación de hospital, pereció en cuanto una llamada a las 7 de la mañana sentenciaba la mayor perdida de mi vida.

Ahora, apenas seis meses después, esta misma tarde, volveré a poner mis pies en la misma habitación donde noche tras noche moría una parte de mi.
Y no estoy preparada.